El día que Colón venció al Santos de Pelé: 60 años de un partido que es leyenda

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El 10 de mayo de 1964, el Ploto Gómez convertía el gol más importante de su vida para que Colón le gane 2 a 1 al mejor equipo del mundo y que tenía al mejor jugador del planeta.
 

Mucho se ha dicho, mucho se ha escrito y quizás todavía queden cosas por contar. Ya no queda ninguno de los que se pusieron la camiseta de Colón aquél domingo 10 de mayo de 1964 (hoy hace 60 años). El último en “irse de viaje” fue el Chijí Serenotti, desde su querida San Justo. Ya no está el Ploto Gómez para contar aquella “irreverencia” de convertirle un gol al equipo que era el mejor del mundo por aquél entonces y que contaba, además, con el mejor jugador del universo. Tampoco está “Motoneta” López para explicar cómo le tiró el centro al Ploto para que éste convierta. Ya no está el Beto Poncio para desarrollar la estrategia de cumplir con la difícil misión de marcar a Pelé. Tampoco está Italo Giménez, ese dirigente que, de tan avezado, lo tildaban de “loco” y que se animó a traer al Santos campeón del mundo para jugar con su Colón que transitaba los primeros partidos del regreso a la B, luego de haber militado durante tres años en la tercera categoría, para que Italo cuente aquella anécdota de cuando el delegado del Santos sacó un cheque y le pidió que le pusiera la cifra que quisiera para jugar la revancha en el Maracaná… Italo, del que se dijeron muchas mentiras e infamias, tuvo la sabia decisión de decir que no, aún a despecho de prescindir de un dinero que podría haber sido fundamental para su club. Una decisión que priorizó lo lúdico, la gloria por encima de todo. Sabía el entonces presidente, que aquello iba a convertirse en inolvidable, en inmortal. Y vaya si lo fue. Generó aquél mote de Cementerio de los Elefantes que, desde las páginas de El Litoral, puso para todos los tiempos del querido Gallego Angel José Gutiérrez, una de las principales plumas de aquella sección Deportes de nuestra casa.

 Colón había jugado el día anterior contra Platense (perdió 2 a 0) por el torneo de la B. Italo hizo el necesario esfuerzo de provocar el regreso en avión del plantel para descansar. Santos venía “volteando muñecos” en esa gira por nuestro país. Tenía a Gilmar, Coutinho, Pelé y Pepe como máximas figuras. Pero era un equipo de ensueño, que había logrado dos Copa Libertadores los dos años anteriores y la Intercontinental, venciendo al Benfica de Eusebio y al Milan de Italia. Con ese pergamino vino a Santa Fe. Todos suponían una victoria abultada, nadie creía en la hazaña, en el milagro. Y se produjo, trascendiendo de tal manera que desde Santa Fe, el Santos decidió terminar con la gira y se volvió a Brasil.
 Alguna vez, ese fantástico defensor que tuvo el fútbol argentino y que se llamó José Manuel Ramos Delgado, dijo: “"El poder de Pelé fue increíble. Recuerdo cuando fuimos a Nigeria y aquel país estaba en guerra. ¡Y los tipos pararon la guerra un día para que el Santos pudiera jugar! ¡Increíble!". Ese fue el equipo que hace 60 años pisó la ciudad de Santa Fe y el césped del Brigadier López. Pocos creían que aquel día nublado y frio podía transformarse en un día histórico, con proyección y matices inolvidables.

 Hoy el fútbol es mercancía pura. Hoy se debate en clubes de los socios o sociedades anónimas. Hoy el jugador de fútbol se rinde ante el mejor postor. Hoy el valor de la camiseta está devaluado ante el peso del dinero. Hoy no es como en 1964, cuando un dirigente desechó un cheque en blanco que le otorgaba el club, por entonces, más poderoso del mundo, para ponerle la cifra con todos los cero que quiera. Hoy, en honor a que “jugar esa revancha significará la salvación económica del club”, se disputaría ese partido por más que al equipo le “llenen la canasta”. Hoy no se pensaría en el valor sentimental, lúdico, de pertenencia absoluta y para todos los tiempos que tuvo aquella victoria. Hoy se jugaría la revancha y, quizás, el comentario posterior de muchos sería: “Y bueno, lo de esa tarde fue pura casualidad, un golpe de suerte, ahora las cosas están puestas en su lugar, el mejor equipo del mundo no puede perder contra un equipo recién ascendido a la B”. Y se contarían los billetes, sí, pero no se podría recordar aquél triunfo como hoy se lo recuerda… Y se lo recordará, mañana, pasado y para siempre.

Sesenta años pasaron de aquél día. Dichosos los que jugaron ese partido, dichoso Italo Giménez que tuvo la brillante y avezada idea, dichosos los que estuvieron en la cancha aquél día y que supieron, en ese mismo momento, que estaban asistiendo a una hazaña única, que puso a Colón en boca del mundo entero… Y le puso mote a su estadio: Cementerio de los Elefantes.
 

FUENTE: DIARIO EL LITORAL

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