Pistolas Taser en Santa Fe: Pullaro y Cococcioni también recibieron 50.000 voltios en el cuerpo

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El jueves pasado presentaron las nuevas herramientas que la policía contará para combatir y disuadir acciones delictivas. Las autoridades provinciales recibieron su descarga como parte del entrenamiento

 

Hay preguntas y respuestas que a veces pasan desapercibidas en la agenda voraz del oficio del cronista. Es mucho lo que hay que contar. El jueves, cuando se entregó el primer lote con 60 pistolas Taser a los efectivos de la policía de Santa Fe y el ministro de Justicia y Seguridad Pablo Cococcioni –junto a la vicegobernadora Gisela Scaglia– daba detalles del uso, una pregunta rápida de un cronista fue respondida con la misma velocidad.

-Ministro, usted probó lo que se siente con un disparo de las Taser?

-Sí, claro. Por supuesto.

Pasando velozmente a otro punto de la presentación, y tal vez incomodado por su propia confesión, el ministro Cococcioni reconoció lo que era parte de un protocolo reservado de la gestión. En la mañana de 11 de agosto en la casa de Gobierno, sintió en carne propia lo que fue recibir una fuerte descarga en su cuerpo de un disparo de las Taser que iban a entregar a la tropa policial.

Avanzando sobre la breve respuesta, apareció un dato más pormenorizado del asunto. Con las taser listas para ser operadas en el entrenamiento policial, ingresaron al despacho del propio Gobernador, instructores y operadores de las pistolas. Las dispusieron sobre la mesa, explicaron su funcionamiento y un informal dialogo entre los protagonistas animó al anfitrión. “Y si las probamos nosotros”, dio el propio gobernador.

Y así fue.

Esa mañana tanto Maximiliano Pullaro como Pablo Cococcioni recibieron la descarga de 50.000 voltios en sus espaldas (pero con una baja corriente, menor a un desfibrilador) y fueron sujetados por sus colaboradores para evitar que l. caída les provoque mayores lesiones.

Fueron cinco segundos donde la descarga contrae los músculos y los inmoviliza. Según el protocolo solo cinco segundos que bastan para confrontar con una posible amenaza sin dejar daños irreversibles.

Pullaro y Cococcioni, protagonistas del ensayo prefirieron no decir mucho públicamente. Tal vez para no correr el eje en la presentación de la inversión que el estado puso a disposición de sus nuevas herramientas de seguridad. El episodio no fue difundido oficialmente y se ocultó celosamente por protagonistas y testigos hasta el jueves pasado cuando el propio Cococcioni lo reconoció frente a una pregunta. . 

En la política, la ejemplaridad suele ser un bien escaso. Que el gobernador y su ministro hayan decidido sentir en su cuerpo el efecto de una Taser antes de ponerlas en manos de la policía marca un gesto poco habitual. No se trata de heroicidad, pero sí es una rara forma de asumir que la decisión que tomaron no es abstracta, que tiene consecuencias físicas y concretas.

Ese acto no cancela las críticas que acompañan a estas armas: organismos de derechos humanos han cuestionado su uso en distintos países por los riesgos de aplicación indebida y por episodios fatales registrados en contextos de abuso o vulnerabilidad. Tampoco disuelve el debate sobre si se trata de una herramienta necesaria o de un atajo en una política de seguridad que todavía debe dar respuestas de fondo.

La escena de funcionarios políticos inmovilizados por cinco segundos funciona, más allá de ellos, como símbolo. Si bien se esforzaron en invisibilizar el episodio, no exponerlo, ni jactarse del mismo, hay un valor real. Porque la ejemplaridad no depende de la grandilocuencia sino de la disposición a compartir, al menos por un instante, la misma experiencia que la sociedad podría enfrentar. Entre la sospecha y la credibilidad, ese es un terreno donde la política aún tiene mucho por recuperar.

FUENTE: ROSARIO3

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