

Tenía 49 años y recientemente había compartido en una entrevista su historia con una sinceridad conmovedora en la que había reflexionado sobre la enfermedad, el dolor y la libertad que encontró al aceptar su destino.
Mauricio Prunello, de 49 años, falleció este lunes tras convivir durante tres años con un diagnóstico terminal de cáncer de colon con metástasis hepática. Su historia tomó relevancia a nivel local luego de una entrevista íntima con el locutor de nuestra ciudad Marcelo Pighi, donde abordó su enfermedad con una honestidad poco común: “Aceptar lo que me va a pasar me libera”, había expresado.
Prunello había relatado que el cáncer fue detectado de manera tardía, pese a sus antecedentes familiares. “Debería haber sabido antes porque mi abuela paterna falleció de esto, mi viejo tuvo cáncer de colon y esto es hereditario. Nunca me controlé”, reconoció. Los primeros síntomas surgieron en 2021, pero el diagnóstico llegó tras una obstrucción intestinal que lo llevó a la guardia del hospital: “La chica ya se dio cuenta que no era algo normal”, recordó.
Al día siguiente fue operado de urgencia y comenzó un largo tratamiento oncológico que incluyó quimioterapia. “Me habían puesto la bolsita de la colostomía, que eso para mí fue peor que el cáncer. Me quemó la cabeza”, había confesado. Y sobre las sesiones de quimio agregó: “Son largas, son un proceso que vos arrancás y no terminás hasta que te vas de este mundo, por lo general”.
Prunello había expresado un profundo agradecimiento hacia el equipo del Hospital Iturraspe, donde fue atendido. “El hospital es excelente y el personal del hospital es 10 veces mejor que la institución”, afirmó.
A lo largo del proceso, atravesó diversas etapas emocionales. “No siempre fui un buen paciente”, admitió. Contó que en varias ocasiones pensó en abandonar la quimioterapia debido al desgaste físico y mental. En 2023, los médicos le informaron que el tratamiento había dejado de ser eficaz. “Me intoxicaba más de lo que te intoxica el cáncer”, explicó.
En ese momento comenzó un tratamiento paliativo, lo que marcó un cambio radical en su perspectiva. “Lloré porque empezaba a generar una angustia futura. Me empecé a angustiar por lo que no voy a vivir”, había dicho, al tiempo que reconoció cómo su entorno también sufría en silencio: “Ellos frente a mí muestran una fortaleza que sé que en algún momento claudican”.
Con sus hijos y su esposa eligió la sinceridad, aunque cuidando a los más pequeños del impacto emocional. Aun en medio de la adversidad, optó por la paz: “El tema es que yo no tengo el cuándo va a pasar”, había reflexionado.
En uno de los momentos más emotivos de su relato, compartió que organizó una despedida con sus amigos de toda la vida. “Lloramos todos y fue muy emotivo y hermoso. Un amigo me dijo algo que me dejó reflexionando: ‘¿Cuántos tienen la posibilidad de despedirse de alguien?’”.
Poco antes de morir, dejó un mensaje lleno de esperanza: “Y te voy a decir otra palabra que es extraña decirla, soy feliz. Incluso en este momento soy feliz. Porque creo que la gente me entiende... yo me voy a ir de este mundo feliz”.
Finalmente, dirigió unas palabras a quienes también enfrentan enfermedades terminales: “Nosotros tenemos que enseñarle al que no tiene cáncer. No solo al que tiene y padece. Porque no entiende nuestros cambios de humor, no entiende nuestra mirada, nuestro llanto en silencio. Si decidimos estar angustiados, va a ser todavía más difícil. Entonces, si yo prolongo una hora de mi vida, tiene que ser con los pensamientos de felicidad”.
FUENTE: EL PERIODICO