“El Chino” Volpato se pone serio y analiza la realidad de la lechería desde su propio tambo en Sunchales

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Si tuviéramos que nombrar a lo más característico de la ciudad santafesina de Sunchales, sin dudas encabezaríamos la lista con SanCor y Darío “el Chino” Volpato.

Aunque no nació en el campo, los recuerdos de las vivencias que tenía en las visitas a su abuela materna, Clara Massoni, en la vecina localidad de Ataliva, lo llevan a aquellos lotes con sorgo y maíz, cuando no había nada de soja, en aquellos veranos sin energía eléctrica, jugando durante todo el día y donde “la pasábamos bárbaro”.

“Yo iba seguido a pasar días en el campo, me encantaba andar a caballo, ver cómo llamaban a las vacas para ordeñar, hasta con nombre y venían solitas, parecían perros, eso me resultaba agradable”, recuerda Volpato en el inicio de su charla con Bichos de Campo, sobre aquel tambo que quizá llegara a los 500 litros por día, del que vivía entonces toda la familia entregando la leche cruda a Molfino, por caminos de tierra que se tapaban de barro en los días de lluvia y por donde salían los carros cargados de tachos.

La memoria de esas complicaciones no lo amilanaron cuando tuvo la oportunidad de invertir, cuando su carrera como artista comenzó a crecer y por la decisión con su esposa llegó a tener su primera porción de tierra en Sunchales, primero para un feedlot, y a la que años después le agregaría unas hectáreas más para concretar el tambo. Lógicamente le vendía la leche a SanCor CUL hasta la crisis de 2017, cuando muchos dejaron el sistema cooperativo.

“A nosotros no nos trajo una complicación económica sino más sentimental, porque todo Sunchales estaba adentro de SanCor. Pero haber llegado a ese punto nos hizo tomar una decisión que no nos gustaba, tuvimos que irnos y elegimos a Saputo”, la multinacional que compró Molfino Hnos. Por lo tanto ahí el círculo del origen del tambo consiguió una suerte de congruencia, con la que espera seguir.

“Si bien esto es como cualquier negocio, quizás tiene una complicación mayor en el campo que es el clima, porque dependemos mucho de eso para bien o para mal. Esa es la adrenalina que tiene esto, además de los buenos animales, cada vez de mejor genética, para tener la oportunidad de extraerle el producto a la vaca y después verlo consolidado en las góndolas por diferentes empresas. Es realmente interesante”.

Volpato reconoce que muchas veces a las ansias de crecer “la naturaleza las impide”. La referencia la toma de la sequía que costó dejar después del invierno, con “inconvenientes” como el alto costo de la alimentación extra y la fluctuación de los precios de la leche cruda.

“Hoy al tambo, lamentablemente, uno no lo puede ver desde el lado emocional. Tampoco podés comprar alimento o contratar servicios sin sacar todas las cuentas”.

Sabe que están apareciendo opciones históricas de créditos. “Ahora pareciera que hay un pequeño horizonte un poquito más estable, pero al tambo lo tenés que ver con el Excel, no lo podés ver con el amor que uno dice tener con el campo, no hay mucha vuelta”, inistió.

La escena de los tambos más chicos que cierran trabajando es algo que tiene muy a conciencia, aunque también la imagen de las empresas tamberas que hacen miles y miles de litros por día y que generan “una competencia a la que ni nos acercamos, pero me alegra que grandes empresarios estén apostando a esto”.

La mención tiene relación a su paso hace algunos meses por la fiesta del centenario del Grupo Chiavassa, en Carlos Pellegrini, donde “ese mega tambo gigante, con un nivel un profesionalismo que me llamó la atención, es un ejemplo de lo que podría ser una industria de la producción primaria”.

Es por eso que hace tiempo apostó a tener tecnología inicial en su tambo, para seguir la actividad y la información de cada animal, en tiempo real y ya sin esperar los resultados del control lechero. Aunque quiere sumar más a ese sistema de base, esto le permite tomar más y mejores decisiones.

“Quiero crecer, quiero mejorar, estamos en eso todos los días, tratando de ver cómo se mejora la ecuación entre la eficiencia alimenticia y el resultado final”, dice. Una contadora es parte fundamental de las definiciones, porque “la productividad tiene que ser lógica en relación a la inversión”, explicó.

“Uno no crece si no ve la relación entre la generación de alimento y la producción. Desde ahí hay que fijar los objetivos a largo plazo, aunque el factor clima define en nuestro sector y la mayor parte del tiempo genera complicaciones”, sintetizó.

“El Chino” se considera un productor chico, con tres a cuatro mil litros según lo disponga el tiempo, sabiendo que está en la franja de riesgo. Pero como todos le da pelea, sigue invirtiendo en genética, con personal calificado tranqueras adentro. Cree que con una inflación más calma “podés crecer”.

“Ojalá que se encamine por este lado, que todos tengamos que trabajar para producir más, no que veamos en la timba un mejor negocio que el de producir, que es algo que a mí no me gusta. Aprendo todos los días, aunque no estoy en el día a día por mi otro trabajo, puedo sentarme en la computadora, comprender mejor los datos y tomar las decisiones”.

Hoy el precio de la materia prima está bastante acomodado, pero en algunos momentos hay productores que aman las vacas, les gusta la lechería, pero que dudan en seguir en la actividad. Reconoce “el Chino”,  que “el 90% del tiempo no la pasé bien y uno se acuerda siempre de lo peor y no de lo mejor de esta actividad”, pero a la hora de aportar una mirada es muy pragmático.

“Si alguien no quiere más ponerle todas las ganas a esto, debe dejarlo. Si ve en otra actividad algo menos complejo y puede tomar la decisión de disfrutar también la vida, porque esto esto es engorroso, de todos los días y muy pasional, hay que cambiar. Porque como todo trabajo el tambo tiene que ser un medio y no un fin, tratando nosotros como empresarios de hacer todo para mejor”.

El humorista que encontró en la lechería su lugar, entiende que hay que encontrar mejores condiciones, que esta actividad plantea desafíos y oportunidades todos los días, siendo quizá más sencillo si se accediera de mejor forma a créditos, para que crezca quien así lo considere o permanezca en el negocio el que más empeño exhiba.

“Ahora se empiezan a ver los colores como realmente son, porque estuvimos mucho tiempo siendo daltónicos y es más fácil tomar decisiones. Yo pensé muchas veces en vender, en salir de la actividad porque la realidad agota, pero definí seguir defendiendo la lechería”.

Sin muchas opciones en la zona, los Volpato ofrecen en el tambo una posada rural y un salón de fiestas para 200 personas, muy cerca de Sunchales, que lo alienta a seguir haciendo inversiones y aportando una alternativa para vincular al campo con la ciudad, mostrando todo lo que hace en el corazón de la cuenca lechera.

Al “Chino” le gusta andar a caballo, compartir días de campo con sus hijos, aunque no ve muy clara la continuidad familiar en el rubro, porque reconoce que el tambo “es más un sueño mío y de mi señora, que a lo mejor de los chicos”.

“Eso no significa que no nos apoyen, porque compartir tiempo en el tambo es parte de nuestra vida. En este lugar, porque estuvieron mis viejos, porque se llama establecimiento Don Elder, que es el nombre de mi papá, que junto a mi mamá hicieron un gran esfuerzo en su vida, trabajando y generando trabajo para otros, que es lo que uno debería hacer, no solamente abastecerse a uno mismo, sino generar trabajo y de esa manera crecer totalmente”.

Con la calidez que siempre mostró públicamente, “el Chino” habla de esta que es su otra pasión como la oportunidad de construir un puente que permita mejorar el día a día, pasar por arriba del barro en los días de lluvia, o superar la sequía, los dos extremos en los que pendula la producción a cielo abierto y que encanta a quienes se le acercan.

FUENTE: BICHOS DE CAMPO

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