El presidente se desentendió del escenario y del evento para el que viajó a Rosario y su mensaje se centró en una fuerte diatriba contra los "degenerados fiscales". En un intento de huir hacia adelante en un momento de debilidad, instaló que irá por la reelección. Un auditorio que se debatió entre la decepción y la adhesión emocional
Fueron dos actos, no uno. En los que se hablaron distintos idiomas. En el primero, el gobernador Maximiliano Pullaro, el intendente Pablo Javkin y el titular de la Bolsa de Comercio de Rosario, Miguel Simioni, celebraron el aniversario número 140 de esa institución clave en la historia y la actualidad económica de la región, con discursos que tuvieron un rasgo común: la defensa del interior productivo y un fuerte llamado a terminar con el porteñocentrismo, bajo la convicción de que no hay recuperación posible para la Argentina sin federalismo real. En el segundo, el presidente Javier Milei desplegó, en una mezcla de clase de facultad y stand up burlón de más de una hora, los argumentos de su anunciado veto a la reforma jubilatoria que sancionó el jueves el Senado. Por supuesto, hubo dardos para los “degenerados fiscales” del Congreso y los “econochantas” que, de acuerdo a su mirada, no quieren ver que lleva al país por el mismo sendero que países como Alemania, Italia y Francia.
No, el jefe del Estado, que llegó acompañado por su nueva pareja, Yuyito González, no hizo mención alguna ni a Rosario, ni a la institución que celebraba su cumpleaños. Tampoco a los reclamos sobre la hidrovía y el mantenimiento de las rutas nacionales que hicieron quienes los antecedieron en el uso de la palabra, o a las necesidades de la agroindustria, el sector cuyos intereses representa la Bolsa. Sin escucha; como si no hubiera tenido registro de dónde estaba. Plantado en un no lugar, con la única intención de dejar en claro, siempre en tono sobrador, un mensaje: que el ajuste no se negocia y que aunque el Congreso le haya torcido el brazo como nunca antes en la semana que termina, con el macrismo votando por primera vez contra sus intereses, está dispuesto a ir por más.
Por eso, en un momento que en realidad es de debilidad, en el que los cortocircuitos internos sacuden al oficialismo y los aliados le hacen demostraciones de fuerza, el presidente antipolítica respondió como lo suelen hacer, en los momentos de crisis, los políticos de raza: huyendo hacia adelante. Así hay que entender la frase más inesperada que se filtró entre las diatribas a “los políticos brutos” y los economistas que, según él, mienten a pedido de los “degenerados fiscales”: “Voy a terminar estos cuatro años y además voy a ser reelecto”, dijo Milei, a apenas 8 meses de haber asumido y a más de tres años de la próxima elección presidencial.
El que avisa no es traidor, podría argumentar el jefe del Estado, en homenaje a su admirado Carlos Menem. Es que apenas se subió al estrado del salón de actos de la Bolsa, que estaba desbordado y donde había expectativas de que hablara de producción, dijo que había “cambiado” el discurso porque en Argentina “pasan cosas”.
Igual decepcionó a la mayoría de los empresarios del sector agroindustrial presentes, que lo votaron en el balotaje contra Sergio Massa y comparten los lineamientos centrales del rumbo económico antiestatista, pero se retiraron disgustados con un discurso que no los tuvo en cuenta ni en una sola línea.
Nada sobre la importancia de ese entramado económico que, al menos hasta aquí, es fuente clave para el ingreso de divisas al país. Tampoco sobre la posibilidad de bajar retenciones ni ninguna otra medida para favorecer al sector, al menos como promesa a futuro.
Sí recibió tibios aplausos Milei, y sobre todo generó risas celebratorias, con sus ironías, sus impostaciones de voz y sus extraños movimientos de manos para burlarse de una gama de personajes que fueron desde Carlos Melconian a Alberto Fernández y Martín Lousteau, a quien definió como “kirchnerista de closet”.
Salpicadas como para romper el tedio de una larga sucesión de cifras antojadizas que lo llevan a concluir que Luis Caputo es “el mejor ministro de Economía de la historia argentina” aunque crezcan la pobreza y el desempleo, esas humoradas y ocurrencias dignas de un stand up son las que producen la magia: la adhesión emocional que genera el presidente entre quienes, si pudieran, también les dirían que son una basura a quienes gobernaron mal, robaron y aun así cobran sueldos millonarios del Estado.
FUENTE: ROSARIO3