La denuncia por violencia de género contra Alberto Fernández generó otra implosión en el espacio. Del game over al optimismo sub-50. CFK, Massa y nuevas canciones riojanas.
Otra bomba se detonó en el interior del peronismo. Cuando todavía intentaba juntar los pedazos de la derrota electoral, la dirigencia entró “en shock” por las denuncias de violencia de género contra Alberto Fernández. Aunque algunos hayan intentado esquivarlas, las esquirlas llegaron a todos los sectores.
Las imágenes de aquella madrugada de junio de 2016, cuando el exsecretario de Obras Públicas José López fue detenido con nueve millones de dólares y una carabina frente a un convento de General Rodríguez aparecieron de nuevo, como un fantasma. El antiperonismo volvió a recitar su eterno eslogan: no vuelven más.
Los dirigentes más optimistas razonaron al revés: “Sobrevivimos a los bolsos de López y volvimos. Ahora también nos vamos a recuperar”. Hablaron de una oportunidad para iniciar una renovación generacional, de hacer “un nuevo contrato con la sociedad”. El ala más pesimista vislumbró un futuro negro: “Game over”.
La bomba alcanzó hasta el círculo más íntimo de Fernández. Amigos desde hace décadas se resistieron a creer en las primeras versiones y fluctuaron entre la contención personal y la desconfianza para pasar a la furia frente a la publicación de las primeras fotos de Fabiola Yañez golpeada. El expresidente juró que la denuncia era falsa. Habló de extorsión. Algunos también se sintieron traicionados y cortaron la comunicación. “Que se arregle. Ya nos mintió con la foto de Olivos”. Temieron, además, quedar señalados por haber callado una situación que todos aseguran que desconocían.
Como durante su adminstración, Fernández desoyó el consejo de quienes le sugirieron abocarse solo a la estrategia jurídica y le dio una entrevista al diario El País para contar su verdad sobre los hechos. Insistió en su inocencia, mientras en las redes y medios se replicaban videos y fotos que dieron cuenta de, como mínimo, un ejercicio más que desprolijo de la Presidencia.
En el peronismo corrió el terror por los hechos, pero también por el modo en que se encontró la información. La denuncia por violencia de género es la derivación de la información que se encontró en el celular de María Cantero, histórica secretaria de Fernández, en la investigación por la llamada “causa de los seguros”. Los dos hechos, concatenados, arrasaron con las dos banderas que Fernández alzó durante y después de su gobierno: su honestidad en el ejercicio de la función pública y su honorabilidad como persona. Pero pueden arrastrar a muchos más.
En los mensajes que se encontraron en el teléfono peritado, Cantero y su marido, Héctor Martínez Sosa, broker de seguros y beneficiario de las contrataciones, mencionan a una veintena de exfuncionarios. Ninguno está imputado en la causa, pero el “descuido” de Cantero puso a todos en la mira. “Así manejaron todo, como una verdulería”, se quejó un hombre clave en la gestión de un exministro que no figura en el listado.
A eso se sumó la preocupación, que atraviesa a toda la política, por la difusión de material privado que circuló en los últimos días en los medios de comunicación. A nadie escapa el interés que el gobierno de Javier Milei tiene por los servicios de inteligencia, en manos del asesor estrella Santiago Caputo. ¿Hasta dónde puede llegar la destrucción?
La brújula rota del peronismo
Fernández pudo haberle dado el empujón final, pero el peronismo ya había entrado en un ciclo de autodestrucción antes de que se conocieran las denuncias por violencia de género contra el expresidente. “Lo de Alberto es una más dentro de una larguísima cadena de cagadas”, dice, brutal, una figura de peso en el bloque peronista del Senado.
Perdido en su discurso, sin habilidades para conectar con la sociedad moderna, vencido después del fallido gobierno del Frente de Todos por un outsider de la política, el peronismo se había ilusionado en las últimas semanas con volver a emerger como alternativa frente a la crisis que ya se cocina en la administración libertaria, y que ahora quedó eclipsada por el escándalo.
Las encuestas que manejan todos los espacios dan cuenta de que el apoyo social al Presidente viene en declive hace, por lo menos, un mes. Las líneas que muestran la aprobación y la desaprobación ya se cruzan en todos los gráficos. La primera baja, mientras la segunda crece. Aun así, en el peronismo toman nota de un factor clave: el apoyo a Milei se desinfla, pero se consolida en su estructura dura como no había logrado hacerlo otro espacio. Es un bloque impenetrable.
Esos números en declive habían preparado el escenario propicio para la reaparición de algunas figuras del espacio. Cristina Fernández de Kirchner recuperó el protagonismo en México, donde se mostró como jugadora de otro nivel, en diálogo con presidentes de la región. El círculo íntimo de la expresidenta se había entusiasmado con su regreso como ordenadora y líder del espacio, capaz de articular “una nueva base doctrinaria y programática para volver a proponerle a la sociedad”.
Cristina reaparecerá este miércoles 14, en Comodoro Py, donde irá a declarar en el juicio por el intento de homicidio en su contra, un hecho de una gravedad institucional sin precedentes que casi no tiene cobertura mediática.
En ese marco, La Cámpora dejó correr que impulsa su nombre como presidenta del Partido Justicialista (PJ), que renovará autoridades el 17 de noviembre. La agrupación que encabeza Máximo Kirchner se entusiasma con que sea Cristina, desde el partido, quien conduzca la acción opositora y organice la oferta electoral. En el fondo, la idea vuelve a agitar la carta de una candidata presidencial, como una versión local del regreso de Luiz Inácio Lula Da Silva, llamada a conducir el país después de un estallido político, social y cultural.
La estrategia de CFK se vio interrumpida por el escándalo de la denuncia contra Fernández. Aunque quiso evitarlo, la expresidenta se vio obligada a pronunciarse sobre el tema. Dijo que Fernández “no fue un buen presidente”, pero que Fernando de la Rúa y Mauricio Macri tampoco. Afirmó que “la golpiza recibida” por Yañez delata “los aspectos más sórdidos y oscuros de la condición humana” y se solidarizó con la exprimera dama para luego caer en la autorreferencia al recordar que ella también fue víctima de violencia, con el atentado en su contra.
Una de las referentes de La Cámpora, Mayra Mendoza, había dicho, desde México, donde estaba junto a Cristina, que Fernández había ejercido “violencia política” contra la expresidenta.
Las declaraciones del cristinismo no cayeron bien en otros sectores del peronismo, que entienden que el episodio fue utilizado para alimentar el fuego de la misma interna que destruyó el gobierno del FdT. Recordaron que fue Cristina quien eligió a Fernández como candidato a presidente. En el Instituto Patria replican que esa fue la estrategia que le permitió al peronismo volver al poder.
CFK, Sergio Massa y las nuevas canciones riojanas
Las denuncias contra Fernández también alteraron los planes de Sergio Massa, que tenía previsto reaparecer este sábado en Sierra de la Ventana, entusiasmado por la baja de Milei en las encuestas. Quedó todo desactivado hasta nuevo aviso. El exministro de Economía y excandidato presidencial tenía previsto hacer una “autocrítica del momento del peronismo” y plantear un primer análisis del gobierno libertario.
La explosión no frenó los planes de Ricardo Quintela, el gobernador de La Rioja que quiere ser presidente del PJ, que el viernes organizó un evento masivo para celebrar la jura de la nueva Constitución provincial. El acto mostró la sociedad incipiente que forman Quintela y Axel Kicillof, que le dio su respaldo para presidir el partido. El riojano llamó a “despertar al gigante dormido”, en referencia al peronismo.
Quintela está movedizo y obsesionado con reagrupar al espacio para derrotar a Milei. Hace meses que organiza encuentros, habla con consultores y estudia conclusiones de focus group. Tiene diálogo con todos los sectores y habla con Cristina. Estuvo en el Instituto Patria el día de la marcha universitaria del 23 de abril. La expresidenta dijo que lo ve bien para el partido, porque no genera resistencia interna.
El desafío de la renovación
En medio de la explosión, hay quienes intentan salvar al peronismo de la extinción. Los sub-50 piden “pisar el acelerador a fondo” y recambiar las caras, construir nuevas referencias. “Hay que aprovechar y sacarse la porquería de encima, los chorros, los violentos y los que andan por Marbella. Nuestra militancia tiene que ver en sus dirigentes coherencia entre lo que dicen y hacen”, dice una figura de Unión por la Patria.
Quién puede definir la estrategia de salida de la crisis también está en discusión. Cristina y Massa son una sociedad sólida que baja líneas de acción, pero que ya encuentra desafíos concretos en su conducción, que también sus bases le endilgan la crisis actual.
La proyección para 2025 no anuncia un escenario de unidad. Figuras como Juan Grabois ya se desmarcan y avisan que llevarán lista propia mientras otros dirigentes exploran la célebre avenida del medio. En el Instituto Patria y el massismo creían, hasta hace una semana, que ese plan era un error. Las encuestas mostraban la polarización total de la sociedad. En el medio, entre el apoyo y el rechazo a Milei, no había nada. Al menos hasta antes de que estallara la bomba Fernández.
FUENTE: LETRAP