Qué dice el libro de cabecera de Javier Milei y cómo descargarlo gratis

ACTUALIDAD 05 de enero de 2024 . .
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El nuevo presidente argentino cita “Bases...”, de Juan Bautista Alberdi, como uno de los fundamentos de sus políticas. Algunas de las ideas principales.

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Cualquiera que viva en la Argentina lo sabe: el 27 de diciembre el nuevo presidente, Javier Milei, mandó al Congreso una “Ley Ómnibus” que es, en la práctica, una reforma radical del Estado y de la democracia argentina.

 El proyecto se llama Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, lo que es un guiño directo a Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, un libro que Juan Bautista Alberdi publicó en 1852 y que, efectivamente, fue una especie de borrador de la Constitución que se aprobó en 1853.

El flamante presidente habló varias veces de las ideas de Alberdi, entonces, más allá de lo que se sabe sobre él —el gran liberal latinoamericano—, es buena idea detenerse en su libro.

“La patria debe mucho a sus nobles corazones pero más deberá en lo futuro a simples comerciantes y a economistas prácticos”.
 
Y, como Milei mandó un DNU y una Ley Ómnibus que, si se aprueban, le darán al presidente muchas de las atribuciones del Poder Legislativo, es oportuno saber Alberdi ya había pensado en este tipo de cuestiones y aclarado que la Constitución debería tener “declaraciones formales de que no se dará ley que, con pretexto de organizar y reglamentar el ejercicio de esas libertades, las anule y falsee con disposiciones reglamentarias”.

Vida de Alberdi
Alberdi suma en su vida algunos de esos significantes que connotan Revolución e Independencia. Nació en 1810 —el año de la Revolución de Mayo— en Tucumán —la ciudad donde en 1816 se declararía la Independencia—. Su madre, de apellido Aráoz y Balderrama, hija de una familia importante en la provincia, murió en el parto. Su padre, un comerciante vasco, partió en 1822, cuando el chico tenía 11 años.

Se crió con sus hermanos en Buenos Aires y estudió en el Colegio de Ciencias Morales —hoy, el Colegio Nacional de Buenos Aires— gracias a una beca de la provincia de Buenos Aires. Lo dejó pronto: la disciplina y los castigos corporales no eran para él. Por su cuenta, se instruyó en música, letras y filosofía.

Empezó la carrera de Leyes en Buenos Aires pero siguió en Córdoba. Un caudillo, Facundo Quiroga, le ofreció pagarle sus estudios en Estados Unidos: Alberdi lo consideró pero desistió. Fue un opositor a Juan Manuel de Rosas, por eso primero se exilió en Montevideo, luego anduvo por el mundo, finalmente se instaló en Valparaíso. Allí fue abogado, fue periodista y estudió los sistemas legales de otros países. De ahí las Bases.

Qué dicen las Bases
¿Qué decía Alberdi? Primero hablaba de la oportunidad y el propósito de cualquier sistema legal. Una Constitución no como una catedral inamovible sino como una herramienta para un fin. Por eso entendía que en 1819 —tan cerquita de la Independencia— y en 1826 —en medio de la guerra con Brasil y todavía influidos por la de 1819— lo que se buscaba era seguridad y distancia de las potencias extranjeras. “El Congreso de 1819 tenía por misión romper con Europa en vez de atraerla; y era ésa la ley capital de que estaba preocupado”, escribe Alberdi.

Y entonces: “¿Cómo podía esperarse en tales circunstancias, que el Congreso de 1819 y su obra se penetrasen de las necesidades actuales, que constituyen la vida de estos nuevos Estados, al abrigo hoy día de todo peligro exterior?”.

Algo similar en 1826: “Los dos altos fines de toda asociación política, decía la Comisión que redactó el proyecto de 1826, son la seguridad y la libertad”. Y por eso: “El progreso material, la población, la riqueza, los intereses económicos, que hoy son todo, eran cosas secundarias para los legisladores constituyentes de 1826″.

Entonces, ahora que la independencia está firme, Alberdi quiere una Constitución para la riqueza y entiende que gran parte de la riqueza se basa en abrir las puertas a la inmigración: no cualquiera, como ya veremos, pero abrir las puertas le parece fundamental y esto implica también la libertad religiosa; cuando dice esto está pensando en los protestantes. “La libertad es una máquina que, como el vapor, requiere para su manejo maquinistas ingleses de origen”, escribe.

Por eso, porque hace falta gente, piensa que una ley que impida conservar la vieja nacionalidad —si se adopta como nueva la de estas tierras— no es buena idea. Es un ejemplo de cómo una ley puede ser buena o no, según el momento.

La educación
Otro aspecto que Alberdi considera fundamental es asegurar la educación pública. Escribe: “La Constitución de California (art. 9) hace de la educación pública un punto capital de la organización del Estado. Esa alta prudencia, esa profunda provisión, consignada en las leyes fundamentales del país, fue desconocida en la Constitución de 1826″. Sin embargo, no piensa en educación letrada para todo el mundo. Lo suyo es la producción de riqueza, el trabajo. Así que dice: “No es el alfabeto, es el martillo, es la barreta, el arado, lo que debe poseer el hombre del desierto, es decir, el hombre del pueblo sudamericano”.

Liberal, dijimos. Aca viene. Alberdi critica esa Constitución de 1826 porque “no garantizaba por una disposición especial y terminante la libertad de la industria y del trabajo, esa libertad que Inglaterra había exigido como principal condición en su tratado con la República Argentina”.

También dice que esa Carta Magna “no garantizaba bastantemente la propiedad” y que eso, claro “afecta el progreso” del país.

Y, apenas arrancan las Bases, postula: “La patria debe mucho a sus nobles corazones y espíritus altamente cultivados en ciencias morales; pero más deberá en lo futuro, en materias económicas, a simples comerciantes y a economistas prácticos, salidos del terreno de los negocios”.

Inmigrantes
Y ahora sí vuelvo a la inmigración: ahí viene su frase más famosa, su fórmula, que tiene la contundencia de un tuit: “Gobernar es poblar”, dice Alberdi. Porque “¿qué nombre daréis a la Constitución de ese país? La Constitución de un desierto. Pues bien, ese país es la República Argentina; y cualquiera que sea su Constitución no será otra cosa por muchos años que la Constitución de un desierto”.

Entonces se hace la pregunta básica, la que hay que hacer cuando se tiene un diagnóstico preciso: “¿Qué Constitución necesita ese desierto?”. Alberdi no duda: “La que sirve para hacerlo desaparecer; la que sirve para hacer que el desierto deje de serlo en el menor tiempo posible, y se convierta en país poblado”.

Dijimos que no le daba lo mismo cualquier población. Primero lo dice con todas las letras pero después lo dirá a los gritos. Si antes dijo que la libertad, necesitaba conductores ingleses, más adelante dirá: “Combinad de todos modos su población actual, no haréis otra cosa que combinar antiguos colonos españoles. Españoles a la derecha o españoles a la izquierda, siempre tendréis españoles debilitados por la servidumbre colonial, no incapaces de heroísmo y de victorias, llegada la ocasión, pero sí de la paciencia viril, de la vigilancia inalterable del hombre de libertad”.

Bueno, españoles —y sus descendientes— no. ¿Otros?

En París, en 1879, Alberdi se explica, en un texto que aparece en las ediciones de Bases...: “Poblar es civilizar cuando se puebla con gente civilizada, es decir, con pobladores de la Europa civilizada” (...) “Pero poblar no es civilizar, sino embrutecer, cuando se puebla con chinos y con indios de Asia y con negros de África”.

¿Cualquier europeo? No: “Poblar es apestar, corromper, degenerar, envenenar un país, cuando en vez de poblarlo con la flor de la población trabajadora de Europa, se le puebla con la basura de la Europa atrasada o menos culta”.

Bueno, se ve la idea. Alberdi sabe cuál es su proyecto y apuesta a quienes cree que pueden llevarlo adelante. Se trata de eso.

Las leyes, deja clarísimo, se hacen para algo. No son perfectas y divinas sino que están redactadas según el momento y según convenga. Que no nos conviene a todos lo mismo es otra cosa.

Mis subrayados
1. “No basta que la Constitución contenga todas las libertades y garantías conocidas. Es necesario, como se ha dicho antes, que contenga declaraciones formales de que no se dará ley que, con pretexto de organizar y reglamentar el ejercicio de esas libertades, las anule y falsee con disposiciones reglamentarias”.

2. “Si la población de seis millones de angloamericanos con que empezó la República de los Estados Unidos, en vez de aumentarse con inmigrados de la Europa libre y civilizada, se hubiese poblado con chinos o con indios asiáticos, o con africanos, o con otomanos, ¿sería el mismo país de hombres libres que es hoy día?”.

3. “El suelo pobre produce al hombre rico, porque la pobreza del suelo estimula el trabajo del hombre al que más tarde debe éste su riqueza. El suelo que produce sin trabajo, sólo fomenta hombres que no saben trabajar. No mueren de hambre, pero jamás son ricos”.

4. “La tierra es la madre, el hombre es el padre de la riqueza. (...) No hay producción de riqueza si la tierra no es fecundada por el hombre. Trabajar es fecundar”.

5. “En ese período, en que la democracia y la independencia eran todo el propósito constitucional; la riqueza, el progreso material, el comercio, la población, la industria, en fin, todos los intereses económicos, eran cosas accesorias, beneficios secundarios”.

6. “Todo ha cambiado en esta época: la repetición del sistema que convino en tiempos y países sin analogía con los nuestros, sólo serviría para llevarnos al embrutecimiento y a la pobreza”.

7. “La ocupación de la guerra, aciaga a estos países desolados por el abuso de ella, era título para obtener ciudadanía sin residencia; y el extranjero benemérito a la industria y al comercio, que había importado capitales, máquinas, nuevos procederes industriales, no era ciudadano a pesar de esto, si no se había ocupado en derramar sangre argentina o extranjera”.

8. “Naciones en formación, como las nuestras, no deben tener exigencias que pertenecen a otras ya formadas; no deben decir al poblador que viene de fuera: –Si no me pertenecéis del todo, no me pertenecéis de ningún modo. Es preciso conceder la ciudadanía, sin exigir el abandono absoluto de la originaria”.

9. “Ese descubierto dejado a la propiedad afectaba el progreso del país, porque ella es el aliciente más activo para estimular su población”.

10. “(sobre Uruguay) La Constitución oriental carece de garantías de progreso material e intelectual. No consagra la educación pública como prenda de adelantos para lo futuro, ni sanciona estímulos y apoyos al desarrollo inteligente, comercial y agrícola, de que depende el porvenir de esa república”.

11. “(sobre Paraguay) El poder fuerte es indispensable en América, es verdad; pero el del Paraguay es la exageración de ese medio, llevada al ridículo y a la injusticia, desde luego que se aplica a una población célebre por su mansedumbre y su disciplina jesuítica de tradición remota”.

12. “Por la reseña que precede vemos que el derecho constitucional de la América del Sud está en oposición con los intereses de su progreso material e industrial, de que depende hoy todo su porvenir”.

13. “La América de hace 30 años sólo miró la libertad y la independencia; para ellas escribió sus constituciones. Hizo bien, era su misión de entonces. El momento de echar la dominación europea fuera de este suelo, no era el de atraer los habitantes de esa Europa temida”.

14. “Así como antes colocábamos la independencia, la libertad, el culto, hoy debemos poner la inmigración libre, la libertad de comercio, los caminos de fierro, la industria sin trabas, no en lugar de aquellos grandes principios, sino como medios esenciales de conseguir que dejen ellos de ser palabras y se vuelvan realidades”.

15. “Estas son las necesidades de hoy, y las constituciones no deben expresar las de ayer ni las de mañana, sino las del día presente”.

FUENTE: INFOBAE

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